miércoles, 5 de septiembre de 2012

Exponen caravaneros a migrantes sus “testimonios de horror”




CHICAGO, Illinois (apro).- “Estados Unidos pone las armas y nosotros los muertos”, manifestaron integrantes de la Caravana por la Paz al exponer sus testimonios en el centro autónomo de la comunidad guatemalteca.
Al concluir sus actividades en esta ciudad, los caravaneros compartieron sus historias de muertos, desaparecidos y exilios a causa de la violencia generada en la guerra contra el narcotráfico declarada por Felipe Calderón desde el inicio de su gobierno.
Patricia Dávila, defensora de derechos humanos en Juárez, Chihuahua, debió salir de México luego de las amenazas que recibió por parte de las autoridades, tras su trabajo a favor de las familias de las mujeres asesinadas en esa ciudad.
Sin embargo, madre y abuela no han tenido la suerte de ganar el juicio de asilo político solicitado. Sin la posibilidad de tener permiso para trabajar, tienen que arreglárselas para sobrevivir.
Si corre con fortuna, Patricia hace la limpieza en una casa y le pagan 200 dólares al mes. La mitad es para renta, la otra es para mandárselos a sus hijos que se quedaron en México.
A veces sólo toma café y un pan en la mañana y se aguanta todo el día sin probar bocado. Guarda silencio cuando el llanto le impide seguir relatando su suplicio.
Otro caso es el de Irineo Mujica, indígena oaxaqueño ya radicado en Estados Unidos y quien desde este lado ayuda a los migrantes centroamericanos.
El año pasado colaboró en la organización de la caravana de migrantes que el padre Alejandro Solalinde promovió. Hoy Irineo pide que el sacerdote no sea removido y acusa al PRI de presionar para que ya no siga colaborando con su albergue ubicado en Ixtepec, Oaxaca.
Además, también denuncia las presiones para que se cerrara el albergue de Lechería en el Estado de México, a donde llegaban cientos de centroamericanos en su paso hacia Estados Unidos.
Irineo muestra las fotos de hombres y mujeres asesinados por la policía mexicana y aconseja: “Ya no vengan, mejor quédense”, pero sabe que su suplica es en vano.
Lucía Baca es madre de Alejandro Moreno, ingeniero que trabajaba en la IBM y quien desapareció el 27 enero de 2011 en la autopista de Monterrey a Nuevo Laredo, territorio donde campean Los Zetas.
Recuerda que su hijo iba en su auto cuando se lo llevaron. El llanto ya no le deja seguir con su relato. Su esposo toma la palabra y detalla que las autoridades de Coahuila saben quién se lo llevo, pues semanas después detuvieron a uno de los sicarios manejando el auto de sus hijos.
Pero en este caso las autoridades no han movido un solo dedo.
Las historias son distintas pero tienen un hilo en común.
Son “testimonios de terror”, sintetiza el poeta Javier Sicilia al participar en el recuento de testimonios.
“Hemos venido a visibilizar ese horror, a nombre de mi país, de un gobierno que no ha estado a la altura, y perdón por el trato que les damos a los hermanos migrantes centroamericanos”, acota el poeta.
Es la casa de los migrantes centroamericanos donde se cuentan estas historias. Son los mismos que sufrieron la guerra en su país y quienes salieron huyendo del horror a Estados Unidos.
Atienden las historias de los mexicanos y no les parecen ajenas a las suyas.
“Hemos venidos a abrazarlos y a decirles que a los migrantes los están criminalizando en esta guerra. Los migrantes están peor de indefensos que nosotros. No sabemos cuántos han muerto o desaparecido”, admite el poeta.
Pero Sicilia les pide que también se unan a la lucha de la Caravana de la Paz contra la guerra de las drogas porque, asegura, a todos los están criminalizando.
Y advierte. “Si perdemos ahora, perderemos la dignidad, la democracia y vendrá un Estado autoritario”.
La Caravana prosigue este miércoles su camino a Baltimore, luego a Nueva York para concluir el 12 en Washington.

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